Las artes marciales para niños son una actividad extraescolar popular por sus diferentes beneficios, tanto físicos como mentales. Pero, ¿cuál es la edad adecuada para iniciarse en ellas? ¡Te lo contamos!
¿A qué edad empezar con las artes marciales para niños?
Para determinar cuál es la edad ideal para que un niño o una niña se inicien en las artes marciales, hay que tener en cuenta diferentes factores. Por ejemplo, el desarrollo físico que tenga, su capacidad de atención o la madurez emocional.
Cada persona crece a un ritmo diferente, por lo que no hay una edad exacta y concreta para comenzar. No obstante, por lo general se recomienda que sea entre los 4 y los 6 años en la mayoría de las disciplinas, en función del ritmo de crecimiento que se muestre y de las preferencias que se tengan.
A los 4 años, hay menores que ya han desarrollado sus habilidades motoras básicas. Estas se necesitan para actividades físicas estructuradas, como son correr, saltar o mantener el equilibrio. También deben ser capaces de comprender instrucciones y seguirlas.
Entre los 5 y los 6 años, la capacidad de concentración es mayor, pero también se empieza a mostrar una preferencia por las actividades grupales. En cualquier caso, a estas edades, las clases de artes marciales para niños se centran en desarrollar la coordinación, la flexibilidad y la autodisciplina. Las técnicas se van introduciendo a medida que van madurando.
Pero como en cualquier ámbito, habrá menores que puedan comenzar a una edad muy temprana, mientras que en otros casos habrá que esperar hasta los 7 u 8 años. Ninguna situación es mejor que la otra; se trata de que el niño o la niña sienta interés genuino y desee aprender.
Por qué apostar por las artes marciales desde la infancia
Las artes marciales para niños tienen ventajas que van más allá del ejercicio físico o el aprendizaje de capacidades motoras. Este tipo de disciplinas fomentan el respeto y la autodisciplina en cada una de las clases.
Dado que a estas edades es necesario aprender límites, con las artes marciales se lleva a la práctica porque tienen que seguir las reglas que marcan los instructores y respetar al resto de compañeros y compañeras. De cara al futuro, aprenderán a lidiar con la frustración y a gestionar mejor sus emociones.
Otra ventaja es el desarrollo de la confianza en uno mismo a través de las habilidades que se van adquiriendo. Esta consigue reforzar la autoestima y hacer que el o la menor crea en su capacidad para afrontar retos, tanto a nivel educativo como fuera de este ámbito.
Por último, frente al aspecto físico que mencionamos al comienzo, hay que sumar la socialización en un entorno controlado y positivo. En este, se trabaja en equipo, se coopera y se realizan competiciones para aprender de forma conjunta.
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